dilluns, 23 d’octubre del 2006

Mussolini: machacad Barcelona / Los italianos probaron la nueva táctica: una bomba detrás de otra, pero sin cesar

Mussolini: machacad Barcelona

Los italianos probaron la nueva táctica: una bomba detrás de otra, pero sin cesar
La Vanguardia - 04.00 horas - 16/12/2001 -
JOAN VILLARROYA / ENRIC JULIANA ARCHIVO / LA VANGUARDIA El telegrama que desde Roma ordenaba bombardear Barcelona

El stop de Franco, dos días después ARCHIVO / LA VANGUARDIA La orden de machacar Barcelona desde el aire la dio Benito Mussolini. No había muchas dudas sobre la autoría de los salvajes bombardeos del 17 y 18 de marzo de 1938 sobre la capital catalana, pero la documentación depositada en el Archivo Histórico de la Aeronáutica Militar Italiana en Roma confirma el origen exacto de una acción militar, equiparable a la destrucción de Guernica (marzo de 1937), que provocó un millar de muertos y la indignación de las cancillerías que contemplaban la guerra de España desde la barrera.
La noche del 16 de marzo llegaba a las manos del general Vincenzo Velardi, jefe de la Aviación Legionaria italiana en Baleares, un telegrama urgentísimo de Roma, con el siguiente texto: "Iniciar desde esta noche acción violenta sobre Barcelona con martilleo espaciado en el tiempo" (véase ilustración adjunta). La V de la firma corresponde al general Valle, entonces viceministro de la aviación militar.
Antes de la exhumación del telegrama, que "La Vanguardia" publica por primera vez, el único testimonio disponible era una anotación en el diario personal de Galeazzo Ciano, ministro de Exteriores del régimen fascista y cuñado de Mussolini. Ciano, que años después sería fusilado por orden de su suegro, escribía: "Efectivamente Perth (el embajador británico en Roma) me ha remitido esta mañana una nota, donde se llamaba nuestra atención sobre los bombardeos de Barcelona. Yo he respondido que la iniciativa de las operaciones recae en Franco y no en nosotros. Como Perth ha hecho alusión a la intervención francesa, yo he dicho que tomaríamos las medidas más enérgicas. La verdad sobre los bombardeos de Barcelona es que Mussolini se los ha ordenado a Valle en la cámara, pocos minutos antes de pronunciar el discurso sobre Austria. Franco no sabía nada y ha pedido suspenderlos, pues crean complicaciones con el extranjero. Mussolini piensa que abaten muy eficazmente la moral de los rojos, mientras las tropas av! anzan en Aragón".
¿Qué pasó exactamente por la acelerada cabeza de Mussolini? ¿Cuál fue el detonante? Los propios historiadores italianos dudan sobre si la orden de bombardear Barcelona fue fruto de un ataque de celos por la iniciativa de Hitler de anexionarse Austria, o una señal de advertencia a Francia, que podía estar a punto de autorizar una venta masiva de armas al Gobierno de la República. Quizás los dos factores se sumaron.
La anexión de Austria fue, ciertamente, una píldora amarga para el Duce, muy interesado en mantener la independencia del país vecino, que durante tantos años había dominado la Italia septentrional. Pero Mussolini también comenzaba a tener prisa por acabar la guerra de España, escenario que le alejaba de las democracias europeas en un momento de tirantez con Hitler. Después de la toma de Santander, el 26 de agosto de 1937, victoria que compensó la humillación sufrida por los italianos en la batalla de Guadalajara, el Duce había decidido pot! enciar la Aviación Legionaria. Tenía prisa y sed de aparecer ante Europa como un triunfador. El inicio de la ofensiva de Aragón, el 9 de marzo, parecía trazar un horizonte final. Con el bombardeo de Barcelona quiso apretar el acelerador.
Y experimentar nuevas tácticas militares. El historiador Hilari Raguer, en su libro, "La cruz y la espada", cita al técnico francés Rougeron: "En marzo del 38 se experimentó una técnica especial. En vez del método tradicional de concentrar todos los aviones y de lanzar todas las bombas posibles en un lugar y en un momento determinados ( con lo que se buscaba desbordar los equipos de salvamento y extinción de incendios), se organizaron los ataques en cadena ininterrumpida, de modo que los sistemas de alarma quedaban desarticulados: los barceloneses ya no sabían si el chillido de las sirenas, tantas veces repetido, indicaba el comienzo o el fin del peligro". "La técnica empleada en Barcelona -añade el historiador italiano Ferdinando Pedriali- i! mpresionó profundamente. Era algo nuevo, nunca probado sobre la población civil. El efecto fue terrorífico: la tarde del día 17 comenzó un éxodo de millares de personas hacia el campo". He ahí el significado de las últimas palabras del telegrama de Roma: "martellamento diluito nel tempo". Machacar Barcelona, pero poco a poco.
Durante 41 horas de incesantes ataques, los temibles Savoia-79 lanzaron 44 toneladas de bombas sobre la ciudad, matando a entre novecientas y mil personas, según datos muy contrastados.
La escena más terrible se produjo el día 17 a las dos de la tarde, cuando una bomba lanzada desde 6.000 metros de altura estalló en el cruce de la Gran Vía de les Corts Catalanes con la calle Balmes, impactando sobre un camión militar que transportaba dinamita. La explosión fue tremenda, como refleja la fotografía que ilustra esta página. Una gigantesca columna de humo de 250 metros de altura desconcertó a los aviones italianos y aterrorizó a la población civil, a! l ver tantos edificios desventrados. Fue primera página en los diarios franceses, británicos y norteamericanos y alimentó la leyenda de que los italianos habían ensayado una "superbomba" en Barcelona. Una bomba de aire líquido, según las más fantasiosas versiones.
Franco, que no tenía la prisa de Mussolini por acabar la guerra, captó enseguida que aquellos titulares eran muy mala noticia para su causa. El día 18 por la tarde, ordenaba a los italianos que parasen. En más de una ocasión, Franco se había mostrado reticente a ese tipo de ataques, por sus efectos negativos sobre las cancillerías extranjeras. Pero el 4 de diciembre 1937 -recuerda Pedriali en su libro "Guerra di Spagna e aviazione italiana"- pidió que se bomardease "Barcelona y las fábricas de guerra allí existentes".
La evidencia de posteriores bombardeos sobre la población civil -Granollers, por ejemplo, donde el 31 de mayo de 1938 murieron 300 personas- indica que las órdenes de Franco eran meramente ! tácticas y también confirma que la aviación italiana gozaba de un amplio margen de autonomía, como sostiene Josep Massot i Muntaner, en "La guerra civil en Mallorca". "Entre el cuartel general de Franco y las escuadrillas italianas en Palma de Mallorca -escribe- no había comunicación directa. Si Franco deseaba ayuda debía pedir al oficial de enlace italiano que se pusiese en contacto con Roma".
Pero los italianos temían que Franco cargase sobre sus espaldas toda la responsabilidad de los bombardeos sobre ciudades abiertas. Así lo advierte un informe del oficial de enlace en Salamanca, dirigido al ministerio de la Aeronáutica en Roma, con fecha 3 de febrero de 1938: "Los alemanes son de la opinión que este tipo de operaciones conducirán a crear una pésima imagen en la prensa extranjera, en la prensa roja, pero también entre los españoles nacionalistas, los cuales, por el miedo que tienen a los bombardeos de represalia, empiezan a murmurar que esos bombardeos sólo son iniciati!va nuestra y de los alemanes, sin el consenso del Generalísimo. Y no nos debería extrañar que estos rumores fuesen alimentados por algunas personalidades políticas del bando franquista".
La onda expansiva de Barcelona conmocionó a muchas personalidades europeas, al Vaticano y al Senado de Estados Unidos, pero no modificó el curso de la guerra. Dos años después, cuando Londres era martilleada por la Luftwaffe, Churchill pidió a sus compatriotas que resistieran "como lo hizo el valiente pueblo de Barcelona".
Joan Villarroya es historiador y autor de "Els bombardeigs de Barcelona durant la guerra civil" y "Catalunya sota les bombes" (con Josep M. Solé Sabaté)